Sin entrar en
otros apartados sociales o políticos, quedándonos solamente en lo
concerniente a los toros, y no porque lo diga nuestra última encuesta, es que es así: Francia es Francia.
Lo
hemos visto, y quienes no hayan estado presentes lo han podido ver a
través de las retransmisiones televisivas del este y del oeste, que su
organización, desarrollo, seguimiento, respeto y exigencia, es de muy
alto nivel.
Pero, y por encima de todo, es que el toro es
respetado mucho más que el torero, lo que es igual a decir que dan
importancia al verdadero protagonista de la lidia, el toro. No es baladí
la afirmación, pues supone el máximo respeto a quien da origen a la
Fiesta de los toros y a su consecuencia: el arte de torear.
A
partir de ahí comienza la lidia, el espectáculo en plenitud, y eso es lo
que exigen como aficionados, sin dejarse embaucar por el oro de las
chaquetillas de los toreros. Tras de valorar el toro, toca hacerlo con
los que se ponen delante, no se quedan solo con el animal, pero -y aquí
aparece otra variante de lo que sucede en España y resto de países
taurinos- donde el picador tiene nombre y apellidos y le es reclamada la
correcta ejecución de la suerte de varas como parte necesaria e
importante para la lidia.
Basta con observar esta exigencia para
darnos cuenta que condiciona, y mucho, las ganaderías a lidiarse y los
toreros a enfrentarlas. No podía ser de otra manera. De esa forma, a
determinadas ganaderías y a determinados toreros se les pone cuesta
arriba su inclusión en los carteles.
Los aficionados exigen,
luego mandan en el espectáculo. No es así en otros lugares y, solo como
ejemplo, digamos que un tendido es aborrecido, perseguido y calumniado
por el simple hecho de querer, de exigir, una fiesta parecida a la que
se ofrece casi a diario en Francia. ¿Ustedes lo entienden?... pues es
verdad. De esa persecución y consiguiente aniquilamiento a la opinión
que representan, en España se ha conseguido que la lidia no exista de
entrada, de oficio. Basta con manipular al resto de espectadores y el
daño se ha hecho endémico.
Francia es Francia. Tan es así que
los aficionados participan de forma activa en las composiciones de las
ferias que se dan en sus plazas, son parte activa y no solo el sostén
económico. O mejor dicho, por esa razón deben tener voz y voto y no ser
despreciados.
Y piano, piano, las cosas bien hechas llegan a las
alturas, impregnan el quehacer de los responsables empresariales y
políticos y es que no hay nada como la coherencia y las cosas bien
hechas para contagiar a los que tienen responsabilidades. Lejos, muy
lejos, de la situación en España, donde los empresarios, políticos,
ganaderos y toreros se emparejan en sus bailes con los espectadores que
menos conocen los pormenores del toro, la lidia y el toreo, sabedores
que eso les facilita, les hace más cómodas, las cosas.
Dax y su centenaria feria . Con ella presentamos respeto a la Francia taurina
Por
eso siente uno la necesidad de irse a Francia, a vivir en directo esa
Fiesta, lo más parecido a lo auténtico. Toros y toreros sin privilegios,
mucho menos los exagerados que solicitan las figuras. Un mundo creíble
en lo taurino. Dax es mi próxima cita, el centenario de la plaza lo
merece. Allí podré ver en muy poco tiempo a todos los toreros de la Ñ,
esos que están comprometidos con la verdad, con la lidia, con la
autenticidad. A los Fandiño, Castaño y Robleño, añádanle Escribano y
Alberto Aguilar, entre otros, las ganaderías de Cuadri, Escolar, Fuente
Ymbro y no encontrarán feria en España que en cinco festejos ofrezca
tanta seriedad.
También hará el paseíllo Perera en importante
mano a mano con Fandiño, El Juli, Manzanares y Talavante con otro tipo
de ganado, pero curiosamente aquí no serán las figuras la base de los
carteles de la feria. El único que repite en el ciclo se llama Alberto
Aguilar. ¿Qué plaza de España premia de esta manera los méritos
contraídos con anterioridad?
Repito lo dicho: Francia es Francia
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