jueves, 3 de diciembre de 2009

SANCHEZ FABRES, otra ganaderia española en peligro


En los años 70 la moda del toro grande va relegando a la ganadería a plazas cada vez de menor trascendencia y las figuras poco a poco también van desapareciendo de los carteles en los que se anuncia, haciendose cada vez más modestos.
Uno de las fechas críticas llega en 1978 cuando la corrida preparada para San Isidro es desechada al completo por los veterinarios por falta de trapío.
El ganadero intenta seguir manteniendo el tipo de la ganadería, pero a mediados de los 80 se ve obligado a refrescar con 3 sementales de Martínez Elizondo (procedencia Buendía) para ganar en volumen y seriedad en las caras.
Parece que la situación se va arreglando cuando en 1993 el ganadero se decide a volver a lidiar en la feria de Salamanca.
Un regreso a La Glorieta que prepara escrupulosamente eligiendo una corrida a su juicio impecable, pero que se torna en desesperación total cuando vuelve a ser rechazada totalmente por falta de trapío.
Es la gota que colma el vaso y decide vender casi la totalidad de la ganadería a los mexicanos Jose Chafik y Marcelino Miaja para formar la ganadería de San Martín, compuesta por todas las ramas santacolomeñas.
Sin embargo le puede el amor propio y se guarda a modo de reserva simbólica 20 vacas y un semental.
En 1999 acepta entrar en un proyecto de reproducción artifical "masiva" enviando una gran cantidad de embriones de sus vacas a Brasil para la formación allí de una nueva ganadería propiedad de un ganadero de allí.

Sin embargo Juan Sanchez-Fabres no pierde el gusanillo ganadero y decide comprar reses de Sepúlveda por su mayor caja y trapío para intentar adaptarse a las exigencias del mercado de esos momentos.
Sin embargo los resultados con esta nueva procedencia no son de su agrado y prácticamente la elimina con el tiempo.
En los últimos años la convivencia del bravo con las especies cinegéticas ha provocado varios positivos de tuberculina en los saneamientos, razón por la que se ha visto obligado reiteradamente a matar a precio de carne muchas cabezas, incluídos sementales contrastados y vacas viejas de reata sobresaliente y contrastada.
Con ello no sólo ha perdido gran parte del núcleo reproductor, sino también la Carta Verde y con ella la posibilidad de lidiar en Francia, país en el que sus reses tenían gran cartel por lo torista de su afición.

Luchador nato contra la Administración y su política sanitaria bovina, ha llegado un momento en que ha tirado la toalla porque se ha dado cuenta de que es chocar contra un muro inexpugnable.
He sido testigo de sus enfados cara a cara y en las entrevistas de los medios de comunicación y puedo asegurar que hay muy pocos ganaderos que se hayan partido la cara de esa forma exigiendo un trato distinto para el vacuno bravo ante enfermedades como las vacas locas o la lengua azul.
La triste noticia de este invierno es que ha solicitado formalmente a la Junta de Castilla y León que le conceda el vacío sanitario, es decir, el permiso para matar todas las cabezas por enfermedad y al menos cobrar una subvención.

Ante una situación tan límite no sé si darle el pésame al ganadero por perder casi el último reducto de los Coquillas o animarle a pasar página y continuar la tradición ganadera familiar con otra procedencia menos problemática y que le dé las alegrías que merece.
Lo que sí le doy son las gracias como aficionado por su denodada y altruista lucha de todos estos años, por su afición y por tantas lágrimas derramadas a contra corriente y con la incomprensión de casi todos.
Y entono el mea culpa porque muchas veces también los aficionados tenemos parte de culpa al exigir lo que no debemos y encima en casa ajena.
En el campo queda una novillada picada, unos 20 erales y unos 30 añojos.
A partir de ahora que sea lo que Dios quiera.
¡Gracias Ganadero!. ¡Gracias Juan!

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